Martes I de Adviento

Fotos-de-arte-abstracto[1]Hay muchos textos del Evangelio con una fuerza especial, probablemente para cada uno sean distintos, o cambian según el momento de la vida. Pero me atrevo a decir que hay algo grande en aquellos en los que leemos –y contemplamos- cómo Jesús se dirige personalmente a su Padre, como hoy: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.” Jesús habla a su Padre en primera persona, todo está lleno de familiaridad, sencillez, sinceridad, intimidad… y somos testigos de ello. ¿Qué nos puede decir a nosotros hoy?

El texto sigue “…nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Parece algo misterioso, pero el mayor misterio está en que Él nos está revelando algo, nos enseña que conocer al Padre implica sentirnos, decirnos y creernos hijos: confiar en Él, creer que está ahí, como Padre, con su corazón de escucha y acogida; y, especialmente hoy, abrirnos al agradecimiento. La realidad, nuestra propia vida, está llena de cosas; puede ser llevadera, cansada, rutinaria, agradable… pero sobre todo ¡hay tanto por lo que dar gracias! Sólo un corazón sencillo lo va descubriendo, sólo descubriéndolo el corazón se va haciendo más sencillo. ¿Dispuesto a saltar a este círculo del agradecimiento?

Te invito a que este Adviento sea un tiempo para ello. Haz ahora silencio… Ponte delante de Dios, delante de quien ha decidido venir al mundo para estar del todo cerca de nosotros, y dile desde el fondo de tu corazón: “Yo te doy gracias, Padre, por…”

Buenas noches.

Marina Utrilla ss.cc.

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